Las asociaciones de caza reivindican que su actividad es esencial para la gestión del medio, dado que combaten plagas y ayudan a mantener el ecosistema en equilibrio.

Según el filósofo español José Ortega y Gasset «la caza es todo lo que se hace antes y después de la muerte del animal». Esto es, precisamente, lo que defienden las diferentes sociedades de cazadores que existen en las Pitiusas y lo que desconocen muchos detractores de la actividad cinegética.

Durante este mes, los cazadores de Ibiza han empezado la campaña de la siembra y es que como dice Pep Planells de na Marqueta «los cazadores no sólo pegamos tiros». Durante estos días se dedican a labrar fincas que de no ser por ellos estarían completamente abandonadas e infestadas de maleza, un trabajo invisible pero constante. Labran para sembrar las variedades tradicionales de trigo y cebada con el fin de mantener vivo este cultivo, mantener el paisaje local y alimentar las diferentes especies salvajes que campan por las inmediaciones.

La imagen que habitualmente se asocia con un cazador es aquella en la que éste empuña una escopeta con el ceño fruncido y mirada desafiante, pero la realidad es que estos días es más fácil encontrarles montados sobre un tractor arrastrando cultivadores o en el bosque reponiendo los dispensadores de agua que ellos mismos han ido esparciendo para calmar la sed de la fauna. Todo ello lo hacen de su propio bolsillo con el apoyo del Consell d’Eivissa. Nadie les paga las horas que dedican a esta tarea, a pesar del beneficio que generan para el entorno, el paisaje y la naturaleza.

La Associació Esportiva Es Xebel·lins, que preside Pep Planells, gestiona 4.816 hectáreas en las que tienen más de un centenar de bebedores naturales y artificiales a los que proporcionan agua durante todo el año, sin importarles lo abruptas que sean las colinas y lo espeso que sea el bosque. Además, siembran entre cinco y seis toneladas de grano para que toda clase de animales hallen alimento. Planells respeta todas las opiniones, pero no recuerda «haber visto ningún animalista subiendo una montaña con un bidón de agua a sus espaldas para hidratar a las diferentes especies que la habitan» y les anima a hacerlo antes de dirigir sus ataques estériles contra su gremio. Criticar sin conocer es como disparar sin munición.

Por su parte, la Societat de Caçadors de Sant Josep, con más de 300 socios, gestiona nada menos que 9.000 hectáreas, siendo el mayor coto de Baleares. Siembran más de 170 hectáreas y tienen a su cargo 156 dispensadores de agua y otros tantos dispensadores de grano que reponen cada dos semanas. Viendo como invierten parte de su vida en cuidar la tierra y la fauna de la isla, uno duda de que sean en realidad esos peligrosos asesinos sanguinarios a los que se refieren algunos autoproclamados animalistas.

Actividad esencial

La caza constituye en Ibiza una actividad esencial, no sólo para la gestión del medio, sino para la agricultura. Los payeses ven sus cosechas amenazadas por todo tipo de especies invasoras y plagas tales como serpientes y palomas torcaces. Por esta razón, los mejores aliados de los agricultores y ganaderos son los cazadores. Son ellos quienes capturan los reptiles que no dejan huevos, pollitos o lagartijas endémicas a su paso y quienes contienen la expansión desmedida de las palomas torcaces que arrasan con viñas, olivares y cosechas. Puede que sin la actividad cinegética, la agricultura ibicenca estuviera herida de muerte a causa de estos males que han puesto en jaque a todo un sector.

Falta de relevo

Antonio Reyes es un cazador josepí que alerta de un mal que azota la caza en Ibiza: la falta de relevo generacional. Este problema es compartido con el resto de actividades del sector primario (agricultura, ganadería y pesca) y es por esta razón que la administración no debe abandonar a su suerte el campo y el mar, sino que debe impulsar programas que capten la atención de los jóvenes y les demuestren que el sector primario en Ibiza puede ser una actividad muy rentable si se hace con conocimiento y formación. En esta línea trabaja el Consell d’Eivissa, en colaboración con el Grupo de Acción Local Leader, que tiene abiertas sus puertas para orientar a agricultores y ganaderos indecisos.

En definitiva, la huella de los cazadores sobre Ibiza es invisible a nuestros ojos pero tan beneficiosa como necesaria para nuestro entorno. Nos ha acompañado desde la prehistoria y nos debe seguir ayudando en nuestros días a mantener un equilibrio imprescindible. Para los irados detractores, Miguel Delibes: «Son cosas compatibles cazar y amar a los animales… cazar no es matar, sino derribar piezas difíciles de dura competencia. Esto explica que uno regrese más satisfecho con dos perdices abatidas contra todo pronóstico que una docena a huevo».

Fuente. periodicodeibiza.es