Las repoblaciones realizadas con ejemplares de la granja Larrasal, de Altsasu, han permitido su recuperación en zonas en las que había desaparecido

J. Zengotitabengoa
“La liebre europea (Lepus europaeus) es un animal que vivía en los montes de toda Euskal Herria y, aunque en algunas zonas fue desapareciendo, hemos conseguido repoblarla con éxito con ejemplares criados en cautividad”. La afirmación, no exenta de cierta dosis de orgullo, corresponde a Leocadio Galán, responsable la granja Larrasal, de Altsasu, la única dedicada en el Estado español a esta actividad.

Las exitosas repoblaciones realizadas son fruto de una labor que comenzó hace dos décadas, aunque en el caso de Gipuzkoa las sueltas de lebratos se iniciaron hace unos diez años. En ese territorio “habremos soltado unas 2.000 liebres durante este período, en programas tutelados y coordinados por la Diputación Foral de Gipuzkoa y por la Federación Guipuzcoana de Caza” señala Galán, quien añade que “los cazadores de esa provincia realmente están involucrados con esta iniciativa”.

Las repoblaciones se han llevado a cabo en zonas de Goierri, Hernani-Oiartzun, Errezil, Azpeitia, Elosua y Soraluze, y “este año tenemos previsto realizarlas en otras tres zonas. Los lebratos que liberamos tienen entre 3 y 8 meses porque son los que mejor consiguen adaptarse al terreno”, apunta Galán y añade que estudios realizados por la Diputación avalan su recuperación en zonas en las que había desaparecido.

Además, los lebratos nacidos en Larrasal pueden ser utilizados para repoblar otras zonas de Euskal Herria e incluso de comunidades cercanas. De hecho, la liebre europea criada en la granja de Altsasu es “la misma que habita en el norte de la Península ibérica, ya que su área de distribución se sitúa en Asturias, Cantabria, Euskal Herria, Aragón y alcanza hasta Girona”, señala Galán.
El procedimiento para liberar los lebratos criados en cautividad pasa por situarlos “en unos cercones de unos 200 metros cuadrados en el monte, donde permanecen durante unos quince días y se observa si se están adaptando correctamente”. Al mismo tiempo que se abren los cercones se sigue manteniendo un poco de comida “para centralizar la repoblación en esa zona y evitar que salgan desorientadas”

Ejemplares de Araba

Antes de que en Larrasal comenzasen a trabajar con la liebre europea, realizaron pruebas con la liebre francesa, una subespecie de la anterior, aunque desistieron de ella “por recomendación del Gobierno vasco y del de Nafarroa y de las Diputaciones Forales”.

De hecho, la actividad varió de manera radical cuando las instituciones públicas autorizaron la captura de ejemplares autóctonos en Valdegovía/Gaubea, Zuazo-Kuartango, Arkaute, Opakua e Izki, que fueron destinados para la cría en cautividad. “Durante un mes y medio, en verano, cogimos unas 150 liebres, y luego cada año íbamos cogiendo unas 50 o 60”.

Para iniciar sus actividades e intentar conseguir resultados satisfactorios realizaron todo tipo de análisis. “En primer lugar les sacamos sangre para realizar el control sanitario por parte de Neiker-Tecnalia; fueron sometidas a un estudio genético con la Universidad de Alcalá y con la UPV-EHU para comprobar que se trataba de ejemplares autóctonos; y las cuestiones referentes a la morfología y a la raza fueron estudiadas por el ingeniero de montes, biólogo e investigador del CSIC, Fernando Palacios Arribas”.

Tercera generación

Pero la adaptación a las jaulas de las libres resultó mucho más complicada de lo inicialmente previsto “porque no es un animal de granja sino que es silvestre”. Aunque ahora puede asegurar que los resultados son buenos, al principio “tuvimos que cambiar la línea y adecuarlas a jaulas porque las liebres no parían. Fue necesario esperar a la tercera generación para que empezasen a parir con normalidad y ahora solo capturamos unas pocas para minorizar la consanguinidad”.

Tras conseguir normalizar la cría de estos ejemplares en Larrasal consiguen que “las hembras completen tres camadas anuales, ya que su período de gestación es de 38 a 42 días. En cada camada paren un par de lebratos”, apunta Galán.

Aunque las repoblaciones tienen en Gipuzkoa el apoyo de Diputación y de la Federación, Galán lamenta que la afición cinegética a esta especie vaya decreciendo en otras zonas. “Para la caza de la liebre hay que tener perros entrenados y hay muchos cazadores que optan por entrenarlos para otras modalidades como el jabalí o el corzo, por lo que podemos decir que nuestra actividad es más restaurativa de los montes que para destinarla a la actividad de los cazadores”.

La liebre europea que cría Galán en Altsasu es la mayor de las cuatro especies existentes en la Península ibérica, ya que un ejemplar adulto puede pesar entre 3,8 y cinco kilos, mientras que la liebre ibérica​ (Lepus granatensis) pesa en torno a los 2,8 kilos como máximo y la liebre asturiana (Lepus castroviejoi) que habita en zonas por encima de los 1.800 metros, pesa entre 3 y 4 kilos. La liebre magrebí ​(Lepus capensis schlumbergeri) que puede encontrarse en Ceuta y Melilla, por su parte, está por debajo de los dos kilos.