El centenario de su nacimiento y el décimo aniversario de su muerte llevan a evocar la vida y obra de quien se definía como “cazador porque amo la naturaleza”

J. Zengotitabengoa
Este año en el que se cumplen 100 años del nacimiento y una década del fallecimiento de Miguel Delibes (Valladolid, 17 de octubre de 1920 – Valladolid, 12 de marzo de 2010), la Asociación Para la Defensa del Cazador y Pescador-ADECAP evoca la figura de quien fuera prestigioso escritor y apasionado cazador, además de gran estudioso y conocedor de la fauna y flora de su entorno geográfico.

El autor de aclamados textos como ‘Los santos inocentes’, ‘Las ratas’, ‘Cinco horas con Mario’ o ‘Diario de un cazador’ por el que recibió el Premio Nacional de Literatura, escribió también decenas de novelas, relatos, ensayos o viajes en los que la caza tenía una presencia permanente, aunque también firmó una decena de obras dedicadas por entero a la actividad cinegética.

Delibes era conocedor de la gran afición de muchos vascos por la práctica cinegética, tal y como lo evoca Juan Antonio Sarasketa, presidente de ADECAP, con quien mantuvo una estrecha amistad. Al evocar lo escrito en el libro ‘El último coto’ (1992), el escritor vallisoletano dedicaba unas líneas al encuentro que ambos tuvieron en Burgos. De aquella reunión dejó constancia al aludir a la recién creada asociación cuya finalidad es la “defensa de la caza y la pesca silvestre y, primordialmente, del medio en que estas deben desarrollarse. El País Vasco, sus ríos, en particular, debido al desarrollo industrial, es una de las regiones más dañadas por la contaminación”.

Sarasketa recuerda además que en varios de los numerosos encuentros que compartieron en el coto burgalés de Urrez, “Delibes dejaba constancia de la admiración que sentía por los vascos, por el Athletic, por Marino Lejarreta o por Miguel Indurain”. Para reunirse con este último Sarasketa logró concertar una cita que tuvo lugar en Bodegas Faustino y de la queda constancia en la foto que acompaña a este reportaje.

Y de su sapiencia y conocimiento sobre el País Vasco y su gente volvió a dejar constancia unas líneas más debajo de ‘El último coto’ al escribir sobre los 35.000 cazadores que se manifestaron en Donostia, lo que “constituye una base magnifica para cualquier empeño. El vasco además, en líneas generales, es un buen cazador; en mano o a salto, el vasco busca la perdiz, la acosa y la caza con las piernas. No la engaña. Su país da poco, alguna liebre, la sorda en su época y las palomas de Etxalar”, escribió en esa obra.

Caza ética

Los diferentes encuentros o una partida para cazar perdices que ambos compartieron con otro gran escritor y periodista como Manu Leguineche, evoca otro de los recuerdos de Sarasketa. En esa ocasión el periodista bizkaitarra “logró abatir una liebre que se le había escapado a Delibes, lo que propició una mirada de este que casi ‘abrasó’ a quien se cobró la pieza, ya que no le consideraba como un cazador tan experimentado”, evoca.

Pero si hay un motivo por el que el presidente de ADECAP admiraba especialmente a Delibes era por “la actitud que tenía ante la caza. A pesar de ser un hombre austero, era todo un referente al que había que escuchar cuando hablaba”. Además de destacar que “nos cogió cariño y nos aconsejaba continuamente”, Sarasketa sostiene que “era un cazador que practicaba esa afición con un tremendo respeto hacia el medio natural, que siempre priorizaba el cómo, en lugar del cuánto. Creo que además de ser un pionero de la caza ética fue un verdadero impulsor de esa idea”.

El término de ‘caza ética’ es también una definición que comparte plenamente Rocío de Andrés, redactora de diferentes publicaciones especializadas en la actividad cinegética como son las revistas Federcaza, Caza mayor o Perros de caza, entre otras, pertenecientes a la editorial Grupo V.

Los santos inocentes

Esta redactora y cazadora asegura que “desde siempre he sentido una gran pasión por el campo, pero en mi familia no había ningún tipo de antecedentes relacionados con la actividad cinegética”. Pero sobre todo reconoce una gran predilección por unas palabras del propio escritor que le definen como cazador: “Amo la naturaleza porque soy un cazador. Soy un cazador porque amo la naturaleza. Son las dos cosas. Además, no sólo soy un cazador, soy proteccionista; miro con simpatía todo lo que sea proteger a las especies. Dicen que eso es contradictorio, pero si yo protejo las perdices tendré perdices para cazar en otoño. Si no las protejo me quedaré sin ellas, que es lo que nos está pasando”.

De Andrés reconoce que “me he leído casi todos los libros de caza de Delibes, que además de ser un referente tanto a nivel literario como a nivel personal”, y es por esa razón por la que “suscribo cada una de sus palabras”. Tal vez para poner el acento en la vigencia de la obra literaria del escritor vallisoletano, se expresa en presente para señalar que “es un cazador que escribe, es naturalista y es conservacionista”.

Entre el extenso legado literario surgido de su pluma, De Andrés siente una especial predilección por obras como ‘El camino’, ‘El príncipe destronado’, entre un largo etcétera. Sin embargo, se decanta por ‘Los santos inocentes’ “que todavía me sigue poniendo los pelos de punta cada vez que la leo. Me parece genial la paradoja que utiliza para mostrar dos mundos diferentes, como son el de las personas que viven en el campo y que conocen la caza y aquellas que únicamente se desplazan al campo para practicar la caza”. La diferenciación le sirve también para realizar un paralelismo entre los ecologistas y quienes forman parte de los movimientos naturalistas frente a quienes viven en y del mundo rural.